miércoles, 20 de mayo de 2015

Intro Social Ismo

Para hablar con propiedad acerca del socialismo habría que tener un vasto conocimiento acerca de los complejos movimientos socio políticos de los cuales se compone la historia, y lo que supondría cualquier lector es que quien se aventurase a escribir al respecto debe haber leído mucho acerca de este tópico y de muchos otros tópicos relacionados, para de esa manera poder tener la suficiente sapiencia sobre las teorías del socialismo y así poder exponer y transmitir su reflexión al lector de manera clara, y la verdad tiene razón, debiese ser así, sin embargo ya que quizás para algunos lectores (y por qué no para aquellos que no lo sean), este tipo de lecturas pueden no haberles dado resultado en el pasado, vamos desde aquí a hacerlo desde una óptica distinta: desde la ignorancia del autor.

Lo que nos mueve a abordar este tema desde dicho punto de vista es que es precisamente el
conocimiento que se maneja sobre la teoría del socialismo lo que históricamente nunca se ha compaginado con la praxis y que esta falta de cohesión entre teoría y praxis se dé no por errores en la implementación del modelo sino por ser parte intrínseca de él.

Esto nos lleva a preguntarnos: para que gastar tanto tiempo en ahondar en el entendimiento (o confundimiento según se vea) de algo que simplemente no es lo que es, para que conocer teóricamente tanto de algo que en la práctica es y será siempre algo bastante distinto, mejor o peor, pero al final distinto de lo teórico. Porqué no pensar entonces en revisarlo de lo poco que conocemos: de nuestras vivencias, de nuestras experiencias, de nuestras chismorrerías, de nuestras especulaciones y por supuesto de nuestras etcéteraciones, es decir desde nuestra más profunda ignorancia o tal vez desde nuestra rancia sapiencia, a ver si de esta manera al menos logramos aprehender por qué, a diferencia del nazismo, del fascismo o del capitalismo, la teoría del socialismo difiere en su práctica. 

Como posiblemente muchos de ustedes, me he pasado años escuchando miles de cosas alrededor de los conceptos de revolución, izquierda, democracia, capitalismo, comunismo, marxismo, socialismo, etc. (este último mi favorito… me refiero al “etc.”, no al socialismo), y dependiendo del interés de cada uno de los exponentes el enredo que acabamos teniendo en nuestras cabezas, aunque no lo advirtamos, es colosal. 
Pero quizás porque no nos gusta sentirnos desconcertados es que preferimos relegar dicho enredo y buscar la conclusión fácil por la vía maniquea, para así decretar cual es nuestra perspectiva y fijar nuestra posición, consiguiendo de esta manera colocarnos de un lado o de otro o lo más seguro en el medio (en un medio creado por nosotros mismos) de este movimiento social.

Deberíamos pues, para lograr reducir nuestra “falta absoluta de incertidumbre”, manejarnos con dos opciones, o tomar toda esa información científica que hemos acumulado por años y sin contar con ningún tipo de enajenación analizarla y llegar a nuestras propias conclusiones o empezar a escuchar a nuestra ignorancia, pero también llegando a nuestras propias conclusiones. Ahora bien dado que no importa cuál de los dos métodos sigamos no tendremos nunca la certeza si nuestras propias conclusiones son acertadas o erradas, pareciese entonces convenir que es mejor que optemos por la segunda opción, que además que se presupone más fácil muy seguramente no la hemos usado anteriormente, en todo caso lo importante inicialmente es que al menos las conclusiones a las que lleguemos, sean nuestras. 

Empero se debe tener siempre presente que más allá de que lleguemos a nuestras conclusiones cerebrales, seguramente terminaremos pensando, como los buenos seres sociales pensantes que somos, lo que ya desde hace mucho venimos haciendo y que además es lo socialmente aceptable (¡vaya!  ¿Será que con “social-mente” ya pudiésemos estar hablando de socialismo…?): someternos a lo que más nos conviene.  Es que, para concebir muchas cosas del comportamiento humano actual habría que percatarse que hemos cambiado el sentido común por el sentido de conveniencia.

Ahora bien haciendo un paréntesis en lo que nos indica la sociedad acerca de lo que debemos pensar, independientemente de en cual sociedad se esté e incluso en que parte de una determinada sociedad se esté, tratemos de permitirnos, tomando en cuenta que muy seguramente nos fascinan las teorías conspirativas (se les dé validez o no), pasearnos por el “mundo de la elucubración” a ver si de esta manera logramos sacarnos el enredo que tenemos en la cabeza con tanta información acerca del socialismo.  En el peor de los casos un poco más de enredo no le hará daño a nadie.

Vale aclarar, que no es precisamente por falta de ignorancia, citando al Gran Cantinflas, que vamos a tratar el tema del socialismo, ya que de eso tenemos de sobra, sino más bien porque esta carencia nos da la licencia para poder elucubrar sobre muchas cosas que quizás si fuésemos expertos, de los prácticos o de los dogmaticos, no nos atreveríamos de ningún modo a abordar, por aquello de lo social-mente aceptable. Y es con todas las elucubraciones que desarrollaremos aquí que queremos tratar de que ustedes apreciados lectores retomen sus conclusiones cerebrales y así puedan mantener, así sea por un breve lapso de tiempo, sus individuales suposiciones, así difieran de lo acá escrito.

Las más elementales normas pudiesen indicar que el deber ser es que dentro del desarrollo de esta obra, el socialismo se debiese manejar como doctrina, pero dado que en ese caso se requeriría de una completa falta de ignorancia acerca de esta temática, no se puede asegurar que en la totalidad (o en nada) del desarrollo de este escrito se logre ese manejo, lo que sí es muy probable es que el socialismo dentro del desarrollo de esta obra se maneje como actitud…, lo cual probablemente es más cercano, que la doctrina misma, a lo que ocurre en el campo de lo sustantivo.

Entremos pues en el mundo de las especulaciones…

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