sábado, 11 de julio de 2015

El Empresario en Socialismo

No cabe duda que sin importar el tipo de sistema político que rija los destinos de un país este siempre tendrá que coexistir con el empresariado, ya sean estos empresarios locales o foráneos (“o ambos dos inclusive”), aun si la participación del estado, o del gobierno (o yo diría más bien de los gobernantes), sobre el aparato productivo es mayoritaria o incluso absoluta, el empresariado siempre estará presente directa o indirectamente y ejercerá la influencia que siempre ha ejercido en el ámbito económico. El que guste o no esta aseveración es completamente irrelevante ya que la realidad es que sin el empresariado no sería posible una sociedad moderna sea cual fuere el sistema político presente en ella.

Pero antes de entrar propiamente en el tema que nos atañe, el del empresario dentro de un sistema socialista, sería interesante tratar de descubrir cual es la percepción que existe en el pueblo acerca de los empresarios independientemente de las “creencias” políticas que
manifieste cada individuo de ese pueblo. Deberíamos pues, para lograr obtener algunos indicios que nos permitan  adivinar cuales son estas percepciones, basarnos, claro está, en nuestra falta de ignorancia, en vez de basarnos por ejemplo en el análisis de los profusos estudios de opinión pública (los publicados) en los cuales generalmente pareciera que el empresariado, o es rara vez valorado de manera negativa, o en el peor caso simplemente no forma parte de la opciones a ser valoradas en las encuestas, a propósito cabría preguntarnos quienes además de los gobiernos pagan por la realización de estos estudios de opinión y también quienes los elaboran, cobran y exhiben… Partiríamos entonces por indagar si el pueblo (léase: proletario, trabajador, empleado) considera al empresario (léase: capitalista, patrono, empleador) como un amigo o como un enemigo o para ser más sutil o más bien para abrir un enfoque diferente para el análisis, como un compañero o como un contrincante. Acaso el empleado realmente ve a su empleador como alguien que le da una oportunidad o más bien lo ve como a alguien que se aprovecha de su trabajo, obviamente nos referimos a lo que realmente siente el empleado y no aquello que por conveniencia o interés pueda llegar a expresar, del mismo modo deberíamos cuestionar si el empleador ve a su empleado como un ayudador o como un simple mal necesario.

Si partimos del hecho que los intereses del empleado siempre serán contrarios a los intereses del patrono y que en el sentido inverso también aplicaría lo mismo, no nos debe sorprender que esta relación patrono-empleado sea antagónica y que por más que se quiera adornar esta relación con eufemismos tales como: con tu esfuerzo todos saldremos adelante; tu ganas si la empresa gana; somos uno; juntos progresamos; si a la empresa le va bien al empleado le va bien; etc., etc., etc., la realidad es que los intereses medulares de cada una de las partes van a estar por siempre en disputa, ya que no pareciera viable que ninguna de las dos partes pueda alcanzar su suprema meta de lograr maximizar (en su justo significado) sus beneficios sin minimizar los beneficios de su contraparte. 

Por otra parte tanto para el que actúa bajo el título de empleado como para el que actúa bajo el título de empresario, existen sendos roles que contribuirían a esta pugna y que dadas las características de estos pudiesen serles atribuidos como algo inherente a cada uno de estos actores, aún cuando no tiene porque existir formalmente una relación directa entre ellos, estos roles son el de consumidor y el de abastecedor. Es fácil notar que cuando existen problemas económicos (individuales o generales), para el consumidor, el abastecedor estará siempre más cerca del rol de especulador que del rol de donador y para el abastecedor, el consumidor tendrá un rol con más características de inconsciente que con características de economista. 

Por todo esto resulta palpable que esta relación no va a dejar de estar enfrentada, aún cuando los estudios de opinión indiquen algo distinto, lo cual no quiere decir que para las partes involucradas dicha relación sea incompatible y tampoco que no continúe siendo perfectible tal como lo ha venido siendo en los últimos tiempos (a pesar o a dicha de los involucrados), lo que quizás si sería deseable es que fuese a un ritmo más acelerado. Es importante aclarar que el énfasis en el uso del término “rol” es porque a lo que queremos referirnos no es a la persona en sí, sino más bien al papel que esta cumple, ya que se debe estar claro que si un proletario (perdonen el uso de tan chocante término) termina adquiriendo el rol de patrono seguro va a dejar de pensar como empleado-consumidor y comenzará de inmediato a pensar como empresario. 

Ya teniendo tal vez una idea vaga o harta, de la percepción que puede tener el pueblo-empleado de su “contraparte” el empresario y viceversa, y dando como cierto que la asociación que establece el empresario con sus trabajadores y sus consumidores en cualquier ámbito siempre será la misma, podemos pasar a escudriñar la relación que establece este empresariado, con los diferentes actores de poder, cuando debe desenvolverse en un sistema socialista.

Partiendo de la máxima que todo empresario tiene como fin último obtener ganancias, es indudable que hará todo lo que el Estado le permita, ya sea por error, por omisión, por descuido, por debilidad o por complicidad, para maximizar dichas ganancias, tal vez porque sentirá que esta “legalidad” que le proporciona el estado, los exculpa de no aplicar principios éticos y morales en su proceder (por cierto estos conceptos probablemente no aparezcan ni como referencias en ningún texto de economía), es decir, el empresariado mientras su comportamiento no le traiga consecuencias desfavorables o más bien mientras los costos de estas consecuencias puedan ser cubiertos y aún así obtener ganancias, hará todo lo que tenga que hacer para acrecentar sus riquezas. Si esto lo damos por sentado también debe resultarnos obvio que no importaría el sistema político en el cual se desenvuelva, el empresariado tratará de aplicar las mismas “creencias” que forman parte de su doctrina, incluso si es en un sistema socialista. Creer, incluso en un sistema socialista, que las fallas en materia económica no son culpa del gobierno es igual de descabellado a creer que los empresarios y/o comerciantes no se van a aprovechar inescrupulosamente de dichas fallas.

Ahora bien,  dentro de un sistema socialista vamos a tener a un empresario, que dada la terminología introducida por este sistema muy bien podríamos, sin que resulte bufo, llamarlo Empresario Social, que buscará identificar cuáles son los amos del poder político y tratará de conquistarlos o seducirlos, según sea el poder del empresario y el tamaño de la ambición de estos personajes políticos, para adueñarse del verdadero poder y con ello obtener los beneficios, los favores, los privilegios y las dádivas que le permitan “sobrevivir magnánimamente” en un sistema distinto al del libre mercado. La verdad es que según lo acá planteado la única diferencia que vemos en la manera de operar del empresario en un sistema de libre mercado o en un sistema socialista es que en este último el propósito es solo el de “sobrevivir”. 

Cuando anteriormente mencionamos los beneficios, favores, privilegios y dádivas nos referíamos claramente a las prerrogativas que busca con ahínco el empresario que les sean concedidas por los gobernantes, quienes generalmente de manera muy oficiosa y esplendida se las conceden, pero al hablar de ellas se hace inevitable pensar por otro lado en el Populismo, esa corriente política tan denigrada por el libre mercado por considerar que con su práctica los políticos solo buscan conquistar y seducir el poder del pueblo para adueñarse del verdadero poder (¿donde se ha escuchado esto, antes?), dado que casualmente estas mismas prerrogativas son las que en teoría son ofrecidas y concedidas al pueblo por los gobernantes, pero en este caso de manera más comedida, por lo que salvando las di$tancias tanto empresarios como pueblo buscan recibir lo mismo de parte del Estado, pero les parece absolutamente pernicioso que el otro lo reciba. De esta manera si nos detenemos a juzgar (o a jugar) un poco, la relación Estado/Gobierno - Libre Mercado, quizás podamos observar que el Populismo pareciera tener una contraparte muy similar a él, pero mejor aceptada por el Libre Mercado, que muy acertadamente podríamos llamar Empresalismo.

Está claro que el empresario forma parte inseparable de cualquier sistema y que este es absolutamente imprescindible para el desarrollo de cualquier sociedad por lo tanto lo que quizás habría que hacer en socialismo (y la verdad en cualquier otro sistema) es forzar el cambio en la forma de cómo opera. 

Desde luego no hay que ser muy sesudo para saber de cual lado del espectro social que plantea el socialismo se encuentra el empresariado…, si adivinaron, de ese lado que el socialismo ha jurado execrar…

Penosamente lo que podemos concluir después de tantas especulaciones es que tratar de analizar el tema del empresario social o del empresario en socialismo no tuvo ningún sentido, ya que no importa dentro de cual sistema opere ni si su nombre es comerciante, productor o emprendedor, su apellido siempre será dinero. Para finalizar pudiésemos rematar diciendo que hablar de Empresario Socialista sería una entelequia, pero un momento, también no lo sería hablar de Empresario Demócrata.

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